El Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de Santiago lidera la investigación mundial en su área
El mayor capital del Instituto de Ciencias Forenses de la Universidad de Santiago, creado hace 30 años por el profesor Luis Concheiro, es el humano. Las ganas de trabajar de un equipo formado por unos cincuenta investigadores de diez países hace posible que este centro lidere la producción científica mundial en este campo, muy por encima de instituciones como el FBI, que cuentan con más personal y recursos económicos. Además, dos científicos de este instituto, el propio Carracedo y Victoria Lareu, se encuentran en el Top-20 mundial de los investigadores.
El factor humano es el que hace posible que el Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) lidere la producción científica mundial en su área –tanto en cantidad (número de trabajos publicados) como en calidad (número de referencias por trabajo en estudios de otros investigadores)–, superando a instituciones como el FBI y el Forensic Science británico, y a notable diferencia del segundo clasificado, el Instituto de Medicina legal de la Universidad de Münster (Alemania), según el último informe de Thomson Reuters, agencia encargada de la Web of Knowledge sobre la producción científica en esta área de conocimiento en el periodo 2001-2011. Así lo entiende su director, el genetista Ángel Carracedo, a quien la Xunta acaba de concender la Medalla de Oro de Galicia.
«No creo que haya otra área biomédica del ISI (Institute for Scientific Information) en España que esté dominando la producción científica mundial. Ese es el mérito, que se debe al extraordinario equipo de investigadores que trabaja aquí», afirma el catedrático de Medicina Legal y uno de los expertos mundiales más relevantes en el ámbito de la genética, que encabeza la lista que se evalúa la capacidad de producción científica de los investigadores a título individual en función de su número de publicaciones, número de citas e índice H (factor de medida de la calidad de un investigador en función de su número de publicaciones y las citas registradas) en los últimos díez años.
La segunda de abordo de este laboratorio, María Victoria Lareu, catedrática de Medicina Legal y directora del servicio de genética forense del instituto, se encuentra también entre los veinte autores más citados, siendo, junto a Carracedo, los dos únicos investigadores españoles que aparecen en esta lista.
«Sabíamos que estábamos muy bien posicionados, pero no en qué lugar. Todo esto se debe al trabajo en equipo y a que tenemos gente que está trabajando mucho y que tiene muy buenas ideas, y esto es lo que nos permite ser los primeros del mundo en una especialidad difícil donde es difícil conseguir el liderazgo», añade Lareu.
Para realizar esta clasificación, la agencia utilizó todos los artículos publicados en la categoría de Medicina Legal de Thomson Reuters Web of Knowledge, más los de esta área en «Sciencie», «Nature», «New England Journal of Medicine» y otras revistas multidisciplinares y de Medicina en general. En concreto, analizó más de 15.000 artículos publicados entre enero de 2001 y marzo de 2011.
Según Carracedo, el centro forense gallego publica una media de veinticinco trabajos anuales y ha desarrollado numerosos métodos de investigación que se emplean en los principales laboratorios forenses del mundo, como los marcadores genéticos SNPs (polimorfismos nucleotídicos simples), que permiten obtener el perfil de ADN de un objeto, por ejemplo, que ha sido tocado un segundo, y muchos de los microsatélites que se emplean en la rutina diaria. «Los métodos que desarrollamos tienen como fin hacer que la justicia sea más eficaz», afirma Carracedo.
Dentro del servicio de genética forense, el centro gallego, creado en 1985, desempeña su trabajo en dos áreas. Por una parte, el trabajo de rutina –pruebas biológicas de paternidad, criminalística biológica e identificación humana– y por otro, el de investigación en genética forense, en el que es líder mundial. Ambos están, sin embargo, muy relacionados. Y es que la genética forense es un campo que presenta nuevos retos cada día; en muchos casos, derivados de las dificultades que los investigadores encuentran en el trabajo rutinario y que hace que busquen nuevos métodos para solventar estas trabas.
«El laboratorio lleva a cabo dos partes. Una de servicio, en la que se enmarcan los análisis biológicos de parentesco y criminalística, y otra aplicada, de búsqueda de nuevas tecnologías y nuevos sistemas polimórficos del ADN que nos permitan resolver los problemas con los que nos encontramos en la práctica diaria», explica la investigadora.
Dentro de la investigación criminalística, el laboratorio realiza análisis de ADN nuclear –polimorfismos autosómicos (STRs, SNPs) y polimorfirmos del cromosoma Y (STRs, SNPs)– y análisis mitocondrial (HVI, HVII y SNPs).
Uno de los campos de investigación genética en los que se centran ahora los científicos del instituto es el orientado a hallar nuevos marcadores genéticos que permitan saber los rasgos físicos de un individuo y de nuevas técnicas para el estudio del origen de las poblaciones. «A través del ADN podemos saber el origen geográfico de la persona y algunos rasgos, como el color de pelo pelirrojo y el de ojos azules. –resume Carracedo– Ahora estamos investigando para poder conocer otros rasgos físicos».
Estos marcadores geográficos se emplearon por primera vez en el mundo en las investigaciones de los atentados del 11-M, donde el equipo del instituto identificó, gracias a los SNPs, el origen geográfico del sujeto que tocó la mochila de Vallecas. Pero a Carracedo no le gusta hablar de casos concretos, aunque asegura que los más mediáticos no son, ni mucho menos, los más complicados desde un punto de vista científico. «Hemos tenido auténticos rompecabezas», afirma.
Las muestras muy degradadas son siempre un quebradero de cabeza para los investigadores, por lo que proyectar y demostrar la efectividad de nuevas técnicas que mejoren las existentes hasta la fecha es otro de sus grandes retos. «No siempre conseguimos dar con la respuesta, aunque cada vez tenemos más porcentaje de casos resueltos», reconoce el director del instituto.
Avances casi diarios
Tanto Carracedo como Lareu reconocen que en el campo de la genética forense se ha avanzado mucho en los últimos quince años. «La genética es un campo en constante evolución y buen ejemplo de ello es el ADN. Hace apenas unos años, solo podíamos determinar si era humano y nada más», reconoce el investigador. En este sentido, Lareu añade: «Es casi como una carrera de fondo porque con toda la información que tenemos actualmente sobre el genoma humano tienes que estar siempre alerta de lo que puede haber. Conocemos más el ADN, pero lo importante es saber dónde hay marcadores que nos puedan interesar. Hay que saber buscarlos, encontrarlos, y después demostrar que funcionan».
Para Lareu, el mayor avance en las ciencias forenses ha sido el análisis de ADN con el PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa), una técnica que ha permitido multiplicar por millones de veces una mínima cantidad de ADN. «Antes necesitábamos una muestra de sangre para sacar el perfil genético. Ahora podemos hacerlo con una huella dactilar. Además, permite combinarla con varios (STRs), lo que permite una discriminación de la prueba muy alta. Ha sido un punto de inflexión en la genética forense», ilustra la catedrática.
Carracedo apunta otro importante avance en este campo: la introducción de la probabilidad para calcular el valor de la prueba, lo que convierte la prueba forense en objetivable. «Hoy se puede decir lo que vale exactamente, lo que ha cambiado radicalmente el concepto de las ciencias forenses», opina el genetista.
Ahora, el mayor desafío al que se enfrenta el Instituto de Ciencias Forenses es mantener este liderazgo en investigación, ya que hay muchos centros que están pisando fuerte en el campo de la genética forense y el centro no dispone de fondos propios. «Cada año tenemos que pedir presupuesto para seguir investigando y toda la tecnología es carísima. Tenemos investigadores que cobran como profesores de la universidad, pero no que tienen sueldo como investigadores. Lo de la financiación es una lucha constante», asegura Lareu, que se lamenta de la «fuga de cerebro» que sigue habiendo en España debido a la falta de inversión en investigación.
«En los últimos diez años parecía que esta tendencia estaba revirtiendo y que la investigación en España iba a ser algo más normal. Sin embargo, con la crisis hemos retrocedido bastante y la situación es grave para que los grupos continúen trabajando. Tenemos gente que no cobra nada o que se ha marchado.», explica.
El laboratorio intenta, sin embargo, retener el máximo tiempo posible a los investigadores que se van quedando sin contrato. Para ello, destina el dinero que ingresa por las pruebas de paternidad privadas a contratarlos, aunque estos ingresos no son suficientes para retenerlos a todos. «La falta de inversión en investigación es comprensible que en una situación de crisis como la que vivimos, en la que hay gente que no tiene qué comer, pero España ha mimado siempre muy poco la investigación, cuando debería de ser algo que se fomentase porque enriquece a un país, porque vas a tener algo que exportar», opina la catedrática.
Unos cien investigadores de más de más de quince países, entre los que se encuentran actualmente Alemania, Portugal, Italia, Francia, Reino Unido, Túnez, Turquía, Bolivia, Colombia, Brasil, Venezuela, República Dominicana, Chile, Argentina y Estados Unidos, trabajan en el centro, entre el grupo de genética forense y el de genética clínica. «Siempre digo que somos como una pequeña ONU, un grupo multicisciplinar de gente que sabe trabajar en equipo», asegura Carracedo.
El Instituto de Cien cias Forenses coordinará, en colaboración con la Universidad de Colonia, un proyecto europeo financiado con 6,6 millones de euros destinado a la creación de una red de genética forense en Europa cuya finalidad es aunar esfuerzos entre los doce grupos participantes para la constitución de un centro europeo de excelencia en la especialidad de genética forense. De esta manera, el instituto gallego, se posiciona una vez más, a la cabeza de la investigación genética en busca de la información que encierra el ADN.