La antropología refrenda el reciente estudio que revela el minifundismo genético
«En Galicia, ata non hai tanto, a primeira vez que os mozos saían da aldea era para facer a mili, e os que quedaban tiñan liortas cos mozos doutros lugares para que non lles levasen as súas rapazas, coas que querían casar». La anécdota, que cuenta el antropólogo Rafael Quintía, no sirve por sí sola para explicar la endogamia secular asociada a muchos núcleos de Galicia, pero sí refleja parte de una particular idiosincrasia avalada por un reciente estudio de las universidades de Santiago y Oxford en el que se refleja una suerte de minifundismo genético cimentado en los últimos mil años. O, lo que es lo mismo, los vecinos de una localidad apenas se casaban con las de otras situadas más allá de diez kilómetros. Es algo que acaba de refrendar la genética, pero que no ha sorprendido del todo a historiadores, antropólogos o lingüistas. «Estos días estoy recibiendo muchos correos en los que me ofrecen datos históricos o sociológicos que avalan nuestros datos y que incluso muestran porcentajes de endogamia de hasta el 80 % en algunas parroquias», explica Ángel Carracedo, uno de los autores de la investigación, sorprendido del eco que ha alcanzado a nivel popular.
Al antropólogo del CSIC Manuel Mandianes tampoco le chocan las conclusiones del estudio genético, y más después de haber dedicado muchos años de su vida a esta materia. «Os datos da antropoloxía –dice– reforzan as conclusións dos xenetistas, aínda que estaría ben que se puidese facer un traballo máis amplo, porque 1.400 mostras xenéticas para toda España non me parecen moitas». El propio Mandianes recopiló los datos de matrimonios de su parroquia, la ourensana de Aguís, desde 1590 hasta 1975, que se sumaron a registros similares del Concello de Os Blancos, tomados desde el año 1700. Y los resultados son más que elocuentes: el 90 % de los matrimonios se celebraban entre vecinos de distintas aldeas, pero eran todos de la misma parroquia.
Pero si cada vez existen más pruebas del aislamiento histórico de las comunidades gallegas, la explicación de este fenómeno es más compleja. «Unha razón poden ser as malas comunicacións que existían tradicionalmente entre os lugares de Galicia, pero tamén é certo que os galegos temos unha grande influencia celta, e os celtas eran o pobo indoeuropeo que tiña unha identidade cultural máis definida, polo que cada comunidade ten un sentimento de querer conservar a súa identidade e a súa cultura», apunta Mandianes, aunque también apunta que «os galegos non somos en absoluto un pobo pechado».
Rafael Quintía alude a otras razones, pero tampoco obvia la fuerte identidad gallega de pertenencia a un grupo. «Este apego á terra, de arraigo a un lugar ou unha aldea propia, tamén se puido comprobar coa emigración, porque a xente que marchaba a México ou aos Estados Unidos casaban entre eles. Incluso na emigración posterior a Centroeuropa».
Este antropólogo apunta otro factor a tener en cuenta. «Se a xente dun determinado territorio -precisa- tiña os recursos suficientes para poder vivir nel, se non existían competencias por eles a xente vivía ben, non había necesidade de acudir á comarca do lado. Nun radio de, como moito, vinte quilómetros tiñan o seu espazo vital e o necesario para establecer relacións e vínculos de parentesco».
El historiador Ramón Villares entiende que es necesario profundizar en las causas de este fenómeno, pero entiende que la endogamia histórica de la población gallega «non debe entenderse para nada como un defecto, senón como unha pauta de comportamento que reflicte que en Galicia existía unha estabilidade poboacional e cultural importante xa desde a época prerromana».
UN FENÓMENO MÁS LIGADO EN EL PASADO A LAS CLASES POPULARES
El delegado del CSIC en Galicia y director del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, Eduardo Pardo de Guevara, coincide con sus colegas en que «no hay respuesta precisa» que explique el minifundismo genético en Galicia, pero sí apunta a que lo más probable es que este fenómeno se diese a lo largo de la historia fundamentalmente entre las clases populares.
«En un contexto social elevado -explica- la gente se movía más fuera de su lugar, pero esto no ocurría en los estratos inferiores. Un aparcero o un campesino se casaba con la mujer que tenía al lado, pero un señor o un propietario de las tierras quería casar a su hijo con alguien similar, por lo que tenía que buscar en otro entorno».
Pardo de Guevara también apunta que las relaciones matrimoniales históricas entre personas de un mismo entorno se reflejan aún hoy en la geografía de los apellidos de Galicia, en los que, en muchas poblaciones, unos son mucho más frecuentes que otros.
Pero el hecho de que los gallegos asentados en un determinado territorio no se moviesen demasiado de su lugar de origen tampoco excluye que fueran grandes viajeros en distintos período históricos, al margen de la emigración. «O mar foi unha vía de comunicación para os galegos durante séculos», advierte Ramón Villares, catedrático de Historia de la Universidade de Santiago y expresidente del Consello da Cultura Galega. «O Atlántico foi a nosa grande autopista», corrobora el antropólogo Rafael Quintía.