A partir del estudio sobre la endogamia genética de Galicia, el psiquiatra Luis Ferrer escribe sobre el físico y el carácter tan singular del pueblo gallego
Hay mucho que investigar sobre el origen del carácter misterioso del gallego. El maestro Santiago Lamas describe en su Galicia Borrosa muchas claves que tienen que ver con esa idiosincrasia tan particular. Galicia es un país de bordes sin fronteras, rodeada de mar salvo una parte cerrada a cal y canto por altas montañas, sus límites son naturales no fronterizos. Las fronteras delimitan cuestiones históricas y culturales, la naturaleza establece límites geográficos que son más potentes. Por Galicia no pasaba nadie, aquí solo se venía a posta y antes de crearse el Camino de Santiago no venía ni dios.
Abunda otro detalle Rof Carballo cuando afirmaba que «la morriña» es una emoción que solo sienten los pueblos con nieblas y montañas verdes como los irlandeses, otra tierra de bordes. Parece que esa endogamia secular encuentra un sentido en el aislamiento geográfico más que en la atracción irrefrenable por el vecino del al lado o por un tabú xenófobo. En cualquier caso el producto de esta peculiaridad genética produce genialidades como el profesor Carracedo o el cartel que llevaba un aborigen en la luna trasera del coche que decía: «Conduzo amodo porque levo unha pota de caldo e non quero ciscalo todo». Así de claro.